Muchas
veces no nos damos cuenta que entregamos más a los demás que lo que nos damos a
nosotros mismos, y no es que eso sea malo, si no, no es por decirlo de forma egocéntrica,
pero deberíamos ser en todo sentido nuestra prioridad, y en la mayoría de veces
terminamos siendo la última cosa en la que pensamos.
Si tenes
hijos, pensas en darlo todo para ellos,
si tenes tu carrera, trabajo y demás, pensas en entregar todo para ser la mejor
en tu rama. ¿Y cuándo pensas en vos? En tomarte un café con vos misma, en mirar
las estrellas al lado de una rica copa de vino, en sentarte un rato a pensar en
las cosas que antes te gustaban hacer pero que has descuidado o que ya no tenes
tiempo para ellas, el simple hecho del factor tiempo; porque si esperamos el
momento correcto, o que llegue el tiempo, quizá nos quedaremos ahí esperando
darle tiempo al tiempo.
A veces
descuidamos a la persona más importante, a nosotros mismos, nos olvidamos de lo
que amábamos, y lo cambiamos por obligaciones, responsabilidades, y esa clase
de cosas, que sí, son parte de la vida, pero también la vida nos enseña a sonreír,
a soñar, a simplemente respirar, y es algo que últimamente todos lo olvidamos.
A veces
entregamos más de lo que nos aportamos a nosotros mismos, y no es que este mal,
pero deberíamos hacer todo en una misma medida.
También
nos preocupamos de más, por siempre ponerle una sonrisa a cada día, o mejor
dicho, a la gente que te topas en el camino, sería más fácil, si nada más te
vieras en el espejo, y te sonrieras a vos mismo.
Nos
leeemos en la próxima, y recorda sonreir para vos.